La vacunación trae consigo mayores libertades. Eso ha tentado a algunas personas a intentar la más anti-alemana de las actividades: adelantarse en la cola.
Cuando una joven se presentó la semana pasada en el gigantesco centro de vacunación Covid de Hamburgo, los funcionarios municipales que comprueban si la gente cumple los requisitos se mostraron escépticos.
Ella tenía unos 20 años; las vacunas se administran principalmente a los mayores de 60 años. Sin embargo, dijo que tenía derecho a una exención porque estaba cuidando a su madre enferma y presentó un formulario para justificar su caso. Sin la firma de su madre, el formulario no era válido y los funcionarios la rechazaron. Pero volvió rápidamente con el documento firmado. Esta vez afirmó tener una hermana vacunada por el mismo motivo, pero una comprobación al azar de los registros de vacunación demostró que eso también era falso.
Los funcionarios del centro se han vuelto expertos en detectar a las personas que intentan la más anti-alemana de las actividades: adelantarse en la cola. En los centros estatales como el de Hamburgo, se permite vacunar a los mayores de 60 años, a los que padecen enfermedades preexistentes y a los trabajadores de primera línea. Pero los funcionarios del centro de Hamburgo informaron recientemente de que unas 2,000 personas que no cumplían los requisitos habían solicitado las vacunas en una sola semana, bien porque no entendían las normas, bien porque intentaban hacer trampas.
En un país que se enorgullece de mantener el orden, la noticia fue lo suficientemente impactante como para aparecer en los titulares nacionales.