El año pasado, los economistas Anne Case y Angus Deaton publicaron un libro titulado “Deaths of Despair and the Future of Capitalism” (La muerte de la esperanza y el futuro del capitalismo) que documentaba una creciente división de clases en múltiples áreas de la vida estadounidense.

Los ingresos y la riqueza han crecido mucho más rápidamente en las últimas décadas para las personas con una profesión que para las que no la tienen. El matrimonio, la asistencia a la iglesia y la felicidad auto-declarada han disminuido más para la clase trabajadora que para la profesional; el dolor crónico, la obesidad y el consumo de alcohol han aumentado más. Como indica el título del libro, la esperanza de vida también ha divergido, en parte debido a las muertes por alcoholismo, sobredosis de drogas y suicidio.

Case y Deaton, que son profesores de Princeton, sostienen que detrás de estas tendencias hay un “desmoronamiento” de la experiencia de la clase trabajadora. Para mucha gente, la vida carece de la estructura, el estatus y el significado que tenía antes.

Con frecuencia, las personas no están oficialmente empleadas por la empresa en la que trabajan, lo que les priva del orgullo que supone formar parte de una empresa. Tampoco pertenecen a un sindicato. El horario de sus turnos de trabajo puede cambiar inesperadamente. Muchos padres intentan criar a sus hijos sin pareja.

Estos retos pueden interferir en la vacunación de Covid de múltiples maneras. Sacar tiempo -para hacer la investigación logística, recibir la vacuna, hacer frente a los efectos secundarios y programar una segunda vacuna- puede ser difícil.