A medida que la crisis de COVID-19 se desvanece y la vida se aproxima a la normalidad en los Estados Unidos, los líderes de la industria sanitaria y los defensores de los pacientes están presionando al Congreso y al gobierno de Biden para que preserven la expansión de la telesalud impulsada por la pandemia, que ha transformado la forma en que millones de estadounidenses acuden al médico. El amplio esfuerzo se extiende a todo el sistema sanitario del país, reuniendo a grupos de consumidores con aseguradoras de salud, funcionarios estatales de Medicaid, organizaciones de médicos y proveedores de telesalud.
Y representa un consenso emergente de que muchos servicios que antes requerían una visita al consultorio pueden prestarse de forma fácil y segura -y a menudo más eficaz- a través de un videochat, una llamada telefónica o incluso un correo electrónico.
“Hemos visto que la telesalud es una herramienta extraordinaria”, afirma David Holmberg, director general de Highmark, una aseguradora multiestatal con sede en Pittsburgh que también gestiona un importante sistema médico. “Es conveniente para el paciente y para el médico. … Ahora tenemos que hacerlo sostenible y duradero”.
El pasado otoño, una coalición de grupos de pacientes -entre los que se encuentran la Asociación Americana del Corazón, la Fundación de la Artritis, Susan G. Komen y la rama de defensa de la Sociedad Americana del Cáncer- aplaudió la expansión de la telesalud, señalando que la tecnología “puede y debe utilizarse para aumentar el acceso de los pacientes a la atención médica”.