Pensamos en el asombro como una emoción reservada a los momentos más extraordinarios: la cima de una montaña, el nacimiento de un niño o una actuación exquisita en directo. Pero los investigadores que estudian el asombro dicen que esta emoción no debería asociarse sólo con acontecimientos raros. Las experiencias cotidianas de asombro, sostienen, deberían ser una parte habitual de nuestra forma de relacionarnos con el mundo.
“Los grandes momentos de la vida de las personas producen asombro, pero muchas investigaciones recientes demuestran que incluso las experiencias cotidianas de asombro, como observar brevemente la belleza de la naturaleza en nuestro vecindario o en nuestro jardín, pueden tener un efecto positivo en nuestro bienestar”, afirma Craig Anderson, investigador de la Universidad de Washington en San Luis que ha estudiado el asombro en la naturaleza.
Sentimos asombro cuando encontramos algo con cualidades tan extraordinarias que parece incomprensible”. Jennifer Stellar, profesora de psicología de la Universidad de Toronto, cuyas investigaciones se centran en la forma en que los individuos y los grupos sociales prosperan, dijo que podemos pensar en las cosas que producen asombro como algo que no se asimila o encaja claramente en una categoría existente en nuestra mente.
Pero no necesitamos el Taj Mahal para estimular esa sensación. Una obra de arte increíble o incluso un impresionante vídeo de YouTube también pueden servir.