La ya frágil democracia nicaragüense se está convirtiendo rápidamente en una dictadura.
El presidente Daniel Ortega ha pasado la última semana utilizando el poder de la policía y los tribunales del país para reprimir a su oposición política con una eficacia brutal.
Al menos 13 líderes de la oposición han sido detenidos y acusados de vagas violaciones de la llamada “seguridad nacional”, lo que, según los grupos de derechos humanos, es una clara señal de que el líder del país, un hombre fuerte, está haciendo todo lo posible para eliminar la disidencia y aplastar cualquier competencia antes de las próximas elecciones generales del 7 de noviembre, una votación en la que espera asegurarse su cuarto mandato consecutivo como presidente.