Bobby Fentress conoció el ARN mensajero meses antes que el resto del mundo.
Aproximadamente un año antes de que Fentress recibiera sus dos inyecciones de la vacuna COVID-19, el contratista de pintura recibió una infusión de una versión personalizada para combatir su cáncer.
Fentress, de 68 años, fue uno de los primeros participantes en un ensayo clínico destinado a comprobar si una vacuna fabricada con la misma tecnología utilizada para prevenir el COVID-19 podía estimular el sistema inmunitario lo suficiente como para buscar y destruir las células cancerosas persistentes.
Empresas como Moderna y BioNTech, socio de Pfizer, cuyos nombres resultan familiares por las vacunas contra el COVID-19, están utilizando el ARNm para estimular a los organismos de los pacientes con cáncer a fabricar vacunas que -esperan- evitarán las recidivas y los tratamientos diseñados para combatir los tumores avanzados.
Si resultan eficaces, lo que no se sabrá hasta dentro de uno o dos años, podrían añadirse al arsenal de terapias inmunológicas diseñadas para que el cuerpo combata sus propios tumores.