El estruendo que despertó a la gente en el complejo de condominios Champlain Towers, al norte de Miami Beach, después de la medianoche del jueves, sonó como un trueno, otra tormenta de verano. Era, horrorosamente, el derrumbe de la mitad del edificio, que procedió a hundirse en el suelo como si hubiera sido golpeado por un terremoto.

Residentes como Barry Cohen, de 63 años, y su esposa tuvieron que ser rescatados de su balcón en una carretilla elevadora en la oscuridad. La luz del día reveló una devastación total: un rascacielos en primera línea de playa con las entrañas al descubierto mientras algunos de los equipos de búsqueda y rescate más selectos del país trataban de encontrar señales de vida en un montón de escombros polvorientos que parecían insuperables.

El repentino derrumbe del condominio dejó al menos una persona muerta y 99 en paradero desconocido, un número enorme que dio lugar a una intensa operación de búsqueda por encima y por debajo del suelo con perros adiestrados y un sonar, en busca de señales -cualquier indicio- de vida en un lugar de la catástrofe que desde lejos parecía devastadoramente inmóvil.