Su cambio refleja cómo los republicanos de base -incluso aquellos que pueden estar en desacuerdo con él- han decidido que es demasiado peligroso desafiar abiertamente al ex presidente Donald J. Trump.

La representante Nancy Mace acababa de hacer el tipo de comentarios que normalmente entusiasmaría a los votantes republicanos presentes en una reciente y sofocante tarde, comparando casualmente a los demócratas liberales con los terroristas -el “escuadrón de Hamás”, los llamó- y despotricando contra sus planes de gasto “socialistas”.

La Sra. Mace, una congresista de primer año, se colocó al frente de un grupo de republicanos que denunciaban las mentiras del Sr. Trump sobre unas elecciones robadas que habían alimentado el asalto y parecía estar estableciéndose como una nueva voz convincente que instaba a su partido a cambiar sus costumbres.

Y en lugar de seguir desafiando la ortodoxia del partido, la Sra. Mace se ha inclinado hacia los puntos de discusión republicanos más combativos, castigando al Dr. Anthony S. Fauci, el alto funcionario de salud que es el hombre favorito de la derecha, acusando a los demócratas de forzar la teoría crítica de la raza en los niños, y peleando públicamente con los progresistas.

Su giro ayuda a explicar por qué el abrazo del Partido Republicano al Sr. Trump y su tipo de política es más absoluto que nunca. No es solo el pequeño pero ruidoso grupo de leales a la derecha del ex presidente el que está impulsando la alianza, sino también las decenas de republicanos de base -incluso aquellos que pueden estar en desacuerdo con él, como la Sra. Mace- que han decidido que es demasiado peligroso desafiarlo abiertamente.