La retirada de Estados Unidos y Occidente de Afganistán parece cada vez más probable que deje un desastre tras de sí.

Los talibanes, la milicia islámica ultraconservadora que una vez albergó a Osama bin Laden, acaban de tomar el control de la ciudad norteña de Kunduz. Es la primera gran ciudad afgana que cae en manos de los insurgentes desde que comenzaron su ofensiva en mayo, y supone un nuevo golpe a las afirmaciones de Estados Unidos de que el gobierno afgano se las arreglará bien cuando se vayan todas las tropas extranjeras. La Casa Blanca dijo el domingo que Biden había sido informado de la caída de Kunduz, pero no hay indicios de que el Presidente vaya a cambiar su plan de que las tropas estadounidenses regresen a casa este mes.

Estados Unidos ha intensificado los bombardeos contra los talibanes en apoyo del gobierno afgano mientras continúa su retirada. Pero la situación sigue deteriorándose. Otras tres capitales de provincia han sido invadidas por el grupo insurgente. El viernes, en Kabul, los talibanes mataron a Dawa Khan Menapal, director del centro de información y medios de comunicación del gobierno afgano. Un gobernador de distrito había sido asesinado por combatientes talibanes en la capital del país apenas unos días antes.

“Esto es el principio”, dijo un comandante talibán a Reuters la semana pasada.

Las cosas están tan mal que las embajadas de Estados Unidos y Gran Bretaña han dicho a sus ciudadanos que salgan del país. “Dadas las condiciones de seguridad y la reducción de personal, la capacidad de la embajada para asistir a los ciudadanos estadounidenses en Afganistán es extremadamente limitada, incluso dentro de Kabul”, dijo la embajada estadounidense en un comunicado.