Estados Unidos y Australia hicieron todo lo posible para mantener a París en la oscuridad mientras negociaban en secreto un plan para construir submarinos nucleares, echando por tierra un contrato de defensa por valor de al menos 60,000 millones de dólares. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se enfureció tanto que retiró a los embajadores del país en ambas naciones.
Australia se acercó a la nueva administración poco después de la toma de posesión del presidente Biden. Los submarinos franceses de propulsión convencional, temían los australianos, estarían obsoletos en el momento de su entrega. La administración Biden, empeñada en contener a China, vio el acuerdo como una forma de estrechar lazos con un aliado del Pacífico.
Pero el ganador es Gran Bretaña, que desempeñó un papel inicial en la mediación de la alianza. Para su primer ministro, Boris Johnson, que se reunirá la semana que viene con Biden en la Casa Blanca y hablará en la ONU, es su primera victoria tangible en una campaña para convertir al Reino Unido después del Brexit en un actor de la escena mundial.