El Empire State Building, al igual que la ciudad de Nueva York, depende de un flujo constante de turistas, de prósperos negocios minoristas y de empresas dispuestas a alquilar su enorme espacio de oficinas. La pandemia de coronavirus vació las atracciones, las tiendas y las oficinas, tanto del edificio como de la ciudad, durante meses.
Ahora, cuando la prometida vuelta a la normalidad ha vuelto a quedar en suspenso, los planes de los ocupantes del edificio revelan un significativo cambio cultural.
Las entrevistas con docenas de inquilinos del edificio y un análisis de los registros públicos sugieren que el papel de los edificios de oficinas en Estados Unidos ha cambiado, quizá de forma permanente, y que las economías locales, antes centradas en la tradicional jornada laboral de 9 a 5, se enfrentan a un futuro incierto.