La mayoría de los estadounidenses pagan un impuesto anual sobre la riqueza de su mayor activo. Se llama impuesto sobre la propiedad. Cada año, pagan una cantidad equivalente a un pequeño porcentaje del valor estimado de su casa, y una casa es, con mucho, el artículo más valioso que poseen la mayoría de las familias.

Los muy ricos son diferentes. Aunque también pagan impuestos sobre la propiedad, sus casas suelen constituir una parte mínima de su patrimonio neto. El grueso de sus activos no está sujeto a impuestos.

En décadas pasadas, otros impuestos -como el de sociedades (cuya carga recae en los accionistas) y el de patrimonio- servían casi como impuestos sobre la riqueza. Pero esos otros impuestos han disminuido, haciendo que el tipo impositivo federal total sobre los ricos se reduzca.

Hoy en día, los ricos poseen una parte mucho mayor de los activos del país que antes y pagan menos impuestos por cada dólar de activos. Esta combinación crea problemas para todos los demás. Muchos estadounidenses sólo poseen un patrimonio modesto, y el gobierno federal se esfuerza por recaudar suficientes ingresos fiscales para pagar las necesidades de la sociedad, como la educación, la sanidad, el transporte, la investigación científica y el ejército.

Esta semana, los líderes demócratas del Senado propusieron una solución, en forma de un nuevo tipo de impuesto sobre la riqueza. Las personas con al menos 1.000 millones de dólares de patrimonio neto o 100 millones de dólares de ingresos anuales serían gravadas cada año por el aumento del valor de muchos de sus activos.

El destino de este impuesto específico es incierto, después de que el senador Joe Manchin expresara ayer su escepticismo al respecto. Pero los impuestos sobre la riqueza -que también figuraron en la campaña presidencial demócrata de 2020- probablemente seguirán formando parte del debate político en los próximos años, dado el nivel de desigualdad del país.