La Unión Soviética se disolvió finalmente cuando su último líder, Mijail Gorbachov, dimitió el 25 de diciembre de 1991. Su desaparición puso fin a la Guerra Fría entre el comunismo y Occidente, en la que cientos de millones de personas habían vivido con la advertencia de cuatro minutos de aniquilación nuclear.
Pero esta temporada festiva, exactamente tres décadas después, trae el enfrentamiento más grave entre la OTAN y Rusia desde que la bandera de la hoz y el martillo rojos fue arriada sobre el Kremlin. El presidente Vladimir Putin, para quien el colapso soviético supuso una vergüenza histórica, tiene a Europa en vilo, construyendo metódicamente fuerzas rusas en la frontera de Ucrania, mientras aumenta el temor a una invasión.
Aunque Occidente y Rusia han tenido sus momentos incómodos desde 1991 -sobre Serbia, Libia y Georgia-, el enfrentamiento actual es el más grave hasta ahora porque Putin está desafiando conscientemente el orden europeo posterior a la Guerra Fría.
El hecho de que se esté incluso proyectando una guerra por poderes entre Estados Unidos y Rusia resume el ambiente premonitorio de una Navidad en la que los conflictos de Europa, que llevan mucho tiempo estancados, vuelven a retumbar.