La mayoría de los padres desean ser buenos amigos de sus hijos para poder ganarse su confianza y no repetir las reglas de comportamiento entre padres e hijos que se usaban en generaciones anteriores, sin embargo, algunos expertos consideran que esto trae más desventajas que ventajas.
Cuando se asume el papel de padre o madre no se puede también ser amigos porque posiblemente los hijos perciban a sus padres como una amistad igual a la que tienen con sus compañeros y vecinos. Para los padres es indispensable conservar la autoridad y poder imponer normas y disciplina para una sana convivencia y crianza.
Si te conviertes en amigo de tus hijos, estás quitándote la autoridad de padre o madre y esto es un error que puede salir costoso ya que los padres son los encargados de velar porque sus hijos aprendan valores y vayan por la vida como personas de bien.
Al ser amigo de tus hijos corres el riesgo de que te falten al respeto, te desobedezcan y hasta se burlen de ti, porque empiezan a confundir los roles.
Claro está, que no ser amigo de tus hijos no significa que te niegues su confianza y puedan contarte sobre sus inquietudes y problemas; además, ellos deben tener claro que sus padres están con ellos para apoyarlos cuando lo necesiten.
En una relación sana entre padre e hijos hay confianza, pero también hay respeto; y cuando los hijos fallan deben corregirse con firmeza, pero también con amor.