Para el vicepresidente Mike Pence había llegado la hora de la verdad. Después de tres años y 11 meses de navegar por las aguas traicioneras del ego del presidente Trump, después de todos los momentos de morderse la lengua y tragar el orgullo en los que empleó el silencio estratégico o la adulación florida para mantenerse en las buenas costumbres de su jefe, allí estaba siendo maldecido por el presidente.

El Sr. Trump estaba enfurecido porque el Sr. Pence se negaba a intentar anular las elecciones. En una serie de reuniones, el presidente había presionado implacablemente, engatusando y amedrentando alternativamente. Finalmente, justo antes de que Pence se dirigiera al Capitolio para supervisar el recuento de los votos electorales el pasado miércoles, Trump llamó a la residencia del vicepresidente para presionar una última vez.

“Puedes pasar a la historia como un patriota”, le dijo el Sr. Trump, según dos personas informadas de la conversación, “o puedes pasar a la historia como un marica”.

El estallido entre los dos más altos funcionarios electos de la nación luego se desarrolló de manera dramática cuando el presidente insultó públicamente al vicepresidente en un mitin incendiario y envió a los partidarios agitados al Capitolio donde irrumpieron en el edificio – algunos de ellos coreando “Colgar a Mike Pence.”