El deseo de cualquier padre es que su hijo sea sano y feliz; que su infancia sea divertida y que la recuerde como una etapa memorable de su vida. Sin embargo, algunos niños son muy inquietos y pueden sacar de casillas a sus padres; también existen niños muy obedientes y tranquilos que no ponen ningún problema a sus padres y familiares.
Cuando los padres no logran controlar a su hijo, piensan y desean que su pequeño sea como el hijo tranquilo y obediente de sus amigos o familiares.
Pero ¿sabías que los niños obedientes y tranquilos pueden ser menos felices que los demás niños?
Así es, esos niños que no hacen ninguna travesura, ningún daño, no hacen ruido, siempre obedecen y no causan ningún disgusto ni incomodidad a sus padres, pueden no disfrutar de su infancia como deberían y no sentirse plenos y felices. Aquí te decimos por qué:
Por naturaleza los niños son inquietos, adoran explorar y conocer nuevas cosas, quieren jugar con niños de su edad, saltar, correr, gritar, reír a carcajadas y otras veces pelear y llorar.
Según los psicólogos infantiles, un niño feliz sabe tolerar la frustración, tiene alta autoestima, no tiene problemas de comportamiento y adora compartir con sus amigos.
Cuando un niño está sano y es feliz, es inquieto y siempre está en movimiento, razón por la cual sus padres no deberían coartar sus movimientos y comportamientos deseando o imponiendo que se comporte como un pequeño robot o muñeco que se queda sentado en el lugar donde le indican, no hace ningún comentario y se muestra muy sumiso.
Desafortunadamente, la mayoría de los niños que son obedientes lo son porque sus padres le enseñan a obedecer bajo amenazas y ellos hacen lo que sus padres quieren solo por miedo al castigo. Es decir, acata las órdenes no por respeto sino por temor.
Varios estudios han comprobado que los niños que obedecen por miedo al castigo o que acatan las órdenes por la recompensa que recibirán, no son niños libres ni felices.
Este tipo de comportamiento también afectará todos los aspectos de su vida, ya que aprenderá a obedecer solo por miedo y quien no lo haga con actitud autoritaria y amenazante, no será obedecido por el menor. En consecuencia, es mejor enseñar a un niño a obedecer porque entiende las razones y no por miedo.