Mientras Moldavia, uno de los países más pobres de Europa, ve llegar a los refugiados ucranianos, el gobierno y las empresas se apresuran a darles oportunidades de trabajo mediante actos de caridad que coinciden con la necesidad nacional de mano de obra.

Las barreras legales para su empleo están siendo eliminadas, mientras las aulas del país acogen a profesores ucranianos. Los moldavos han conducido durante horas hasta los puntos fronterizos para recoger a extraños. Los propietarios de viviendas ofrecen habitaciones libres a las familias que huyen y necesitan un lugar para dormir.

Los refugiados que llegan también representan una oportunidad económica para aportar habilidades a un país que ha luchado por mantener a sus más talentosos en casa. Los refugiados “deben integrarse económicamente y ganar dinero”, dijo Igor Grosu, presidente del Parlamento de Moldavia, en una entrevista.

Moldavia ya ha simplificado los procedimientos para que los ucranianos puedan abrir cuentas bancarias, matricular a sus hijos en las escuelas locales y acceder a atención en salud.