Experimentar la empatía tiene sus beneficios. Pero también tiene sus inconvenientes y aprender a practicar una empatía sana es importante.
En términos generales, hay dos tipos de empatía: la empatía cognitiva y la empatía emocional.
La empatía emocional consiste en compartir los sentimientos con otra persona hasta el punto de experimentar dolor al ver a alguien en apuros. Un exceso de empatía puede provocar ansiedad y depresión, especialmente cuando se priorizan las emociones de los demás sobre las propias. El efecto de la empatía también puede tener un efecto físico en el cuerpo, provocando síntomas como la disminución de la inmunidad.
Por otro lado, la empatía cognitiva se refiere a ver el mundo desde la perspectiva del otro sin experimentar necesariamente las emociones asociadas. Cuando tenemos más compasión y menos empatía, nuestro cerebro la asocia con emociones y acciones positivas. La parte activa de la compasión nos ayuda a darnos cuenta de que no necesitamos sentir el dolor de otro; en cambio, si podemos tener los sentimientos de querer ayudar.