Las reducciones de impuestos y las rebajas que se proponen para ayudar a la gente a hacer frente a la situación podrían tener el efecto no deseado de hacer subir los precios.

En Kansas, el gobernador demócrata ha presionado para recortar el impuesto estatal sobre las ventas de comestibles. El mes pasado, los legisladores de Nuevo México ofrecieron reembolsos fiscales de 1,000 dólares a los hogares afectados por los altos precios de la gasolina. Las legislaturas de Iowa, Indiana e Idaho han recortado los impuestos estatales sobre la renta este año.

La combinación de unas arcas estatales llenas y la rápida inflación ha hecho que los legisladores de todo el país busquen formas de aliviar el dolor de la subida de los precios, y casi tres docenas de estados han promulgado o están considerando alguna forma de reducción de impuestos, según la Tax Foundation, un grupo de expertos de derechas.

Pero aunque las políticas están destinadas a ayudar a los estadounidenses a capear el mayor ritmo de inflación de los últimos 40 años, los economistas advierten que, paradójicamente, la reducción de impuestos podría agravar el mismo problema que los legisladores intentan resolver.

Al poner más dinero en los bolsillos de los ciudadanos, los responsables políticos se arriesgan a estimular aún más la ya desbordante demanda de los consumidores, haciendo que los precios suban a nivel nacional.