El aspecto más sorprendente de la solicitud de Suecia y Finlandia para ingresar en la OTAN es el escaso debate que se ha dado sobre si es una buena idea.
La entrada de las dos naciones nórdicas sería el resultado más importante de la guerra en Ucrania, pues transformaría el panorama de la seguridad en el noreste de Europa y añadiría cientos de kilómetros de fronteras directas de la OTAN con Rusia.
Durante décadas, incluso durante los momentos más tensos de la Guerra Fría, ninguno de los dos países parecía sentir la necesidad de unirse a la alianza militar occidental a pesar de su proximidad a Rusia. Pero eso cambió en febrero de este año, después de que Putin enviara tanques a través de la frontera con Ucrania.
Muchos analistas creen que uno de los principales objetivos de la invasión rusa era debilitar a la OTAN sacando del tablero la posible adhesión futura de Kiev. Si es así, el tiro le ha salido por la culata a Putin. La alianza es ahora más fuerte y está más unida que hace años, y pronto podría ser mucho más grande.
El resultado más probable sigue siendo que los beneficios superan a los riesgos: La ampliación de la OTAN mejorará la seguridad europea y será un baluarte de los valores occidentales.