¿Por qué tenemos tanta hambre después de algunos entrenamientos suaves y no nos interesa comer casi después de unos bien fuertes?
En un nuevo estudio publicado en Nature, un equipo internacional de científicos sugiere que la respuesta se encuentra en parte en las acciones de una única molécula producida después del ejercicio que aplaca el hambre.
La molécula, que se encuentra en el torrente sanguíneo de ratones, humanos y caballos de carreras, aparece en mayor cantidad después de los entrenamientos intensos que de los fáciles, lo que sugiere que el ejercicio intenso podría ser la clave para controlar cuánto comemos después.