El anuncio supuso una importante capitulación del gobierno de la primera ministra Liz Truss, después de que los recortes fiscales que había anunciado agitaran los mercados financieros y suscitaran numerosas críticas.
Enfrentada a un motín de los legisladores del Partido Conservador, la primera ministra británica, Liz Truss, dio marcha atrás en sus planes de suprimir el tipo máximo del impuesto sobre la renta del 45% para las rentas altas, un humillante cambio de rumbo que deja su programa económico basado hecho añicos y su control del poder incierto.