Cuando era niña, siempre soñé con ser madre. Me imaginaba cómo sería criar a un hijo mío, enseñarle y protegerlo. Pero ahora que soy una mujer adulta, he cambiado de opinión. Prefiero ser tía.

Ser tía tiene muchas ventajas. Por ejemplo, puedo disfrutar de los niños sin tener que ser responsable de ellos todo el tiempo. Puedo jugar con ellos, llevarlos a divertirse y enseñarles cosas, pero luego puedo irme a mi casa y relajarme. No tengo que estar pendiente de ellos todo el día y toda la noche, y no tengo que preocuparme por los problemas que vienen con la crianza de un hijo.

También me gusta ser tía porque puedo ser más indulgente. Si los niños se portan mal o hacen algo que no deberían, no me siento responsable de su educación. Puedo permitirme ser más relajada y menos estricta, y ellos saben que no les voy a castigar.

Ser tía también me permite tener más tiempo para mi propia vida. Tengo tiempo para seguir mis propios hobbies y pasiones, y para disfrutar de mi vida sin tener que estar pendiente de un niño las 24 horas del día.

En resumen, prefiero ser tía a mamá. No me veo a mí misma como madre, y prefiero disfrutar de los niños de forma más relajada y sin tener que preocuparme por todas las responsabilidades que conlleva.