¿Sabías que tus labios están formados por dos capas de tejido que se conectan en la mitad de la boca? La cara – y, por ende, los labios – está compuesta por múltiples capas de tejido. La dermis, la capa media de tejido, está formada por una sustancia fibrosa que da forma y soporte a la piel. La epidermis, la capa externa de la piel, protege al cuerpo contra la perdida de agua y es la primera defensa contra las infecciones. Los labios están formados por la dermis y la epidermis, pero también tienen una capa adicional de tejido.
La mayoría de la gente tiene una leve curvatura en los labios, pero la forma y el tamaño de los labios varían mucho de una persona a otra. Los labios también son muy sensibles al tacto y a la temperatura. Esto se debe a que los labios tienen más terminaciones nerviosas que cualquier otra parte del cuerpo, excepto las mejillas.
Aunque los labios sean muy sensibles, no tienen glándulas sudoríparas. Por esta razón, los labios se secan con facilidad y pueden agrietarse y partirse. Beber suficiente agua y mantener los labios hidratados con un bálsamo labial puede ayudar a evitar estos problemas.
Los labios también tienen una función importante en la deglución. Los músculos del labio se contraen para bloquear el paso de la comida hacia la nariz. Sin estos músculos, la comida y el líquido se escurrirían por la nariz cada vez que tratáramos de comer o beber.
Aunque parezca que no, los labios también juegan un papel importante en la respiración. Al inhalar, los labios se abren ligeramente para permitir que el aire entre en la boca. Al exhalar, los labios se cierran para evitar que el aire salga por la nariz.
Los labios también sirven como una barrera protectora para los dientes. Al masticar, los labios evitan que los dientes se choquen entre sí y se dañen.
Por último, pero no por ello menos importante, los labios son muy importantes en la comunicación. Los labios se usan para hablar, para besar y para expresar una gran variedad de emociones, como la alegría, el enojo, el miedo, la tristeza, etc.