Los detractores, decenas de miles de los cuales se manifestaron en Ciudad de México el mes pasado, odian todo del presidente: su tono moralizante y sus trajes mal ajustados, su desprecio por las normas democráticas y su abrazo a los militares, su hipersensibilidad a las críticas y su insistencia en que todos los problemas pueden achacarse a un único enemigo: los ricos.
López Obrador es uno de los líderes más populares del planeta.
Ganó por mayoría aplastante hace cuatro años prometiendo poner por fin a los “pobres primero” en un país que, según él, había sido secuestrado por una élite corrupta y conservadora.
Y a pesar del estancamiento de la economía, los asombrosos niveles de violencia y la creciente evidencia de que sus esfuerzos por reducir la desigualdad han fracasado, su índice de aprobación sigue superando el 60%.