La felicidad se centra en los resultados. Con demasiada frecuencia, en lugar de disfrutar de lo que la vida nos ofrece, empleamos nuestra energía en averiguar por qué somos o no felices.

La diversión es menos “pensar” y más “hacer”. Es demostrable, observable, real e inmediatamente a nuestro alcance. ¿Te sientes atraído por una actividad, encuentras placer en ella y te dedicas a ella? Eso es diversión. Disponible para cualquiera en casi cualquier momento, la diversión ofrece una ruta neurológica directa para mejorar nuestro bienestar.

Tampoco tiene por qué ser algo caprichoso. Las actividades tranquilas y poco excitantes que proporcionan equilibrio y renovación, como la jardinería, la meditación o la lectura, cuentan como diversión.

Demasiado a menudo miramos nuestras vidas a través de la lente de la productividad en lugar de basarnos en lo que sería reparador o agradable.

Un hábito divertido está en consonancia con ser más productivo y vivir una vida con sentido. La risa y el buen humor reducen la ansiedad, disminuyen el estrés, mejoran la autoestima y aumentan la automotivación. Un marco centrado en la diversión también puede ayudarnos a aprender a disfrutar incluso cuando las cosas no salen como queremos.