Es responsabilidad del presidente Donald Trump llevar a Estados Unidos a su mes más trágico en décadas, ya que los expertos dicen que la pandemia de coronavirus podría matar a más ciudadanos que las guerras de Vietnam y Corea combinadas.
Pero la retórica optimista y autocomplaciente del presidente, un elemento básico de una presidencia que ha dividido a la nación, todavía está en desacuerdo con la desesperada realidad de una pandemia de rápido empeoramiento que se está descontrolando.
El día que anunció otro nuevo récord sombrío en muertes reportadas, más de 500, y que el número de víctimas mortales estuvo a la par de los asesinados el 11 de septiembre de 2001, Trump abrió su conferencia de prensa diaria con un mensaje contundente, aunque él todavía lucha por convocar la empatía apropiada para tal momento de duelo.
Trump, que será llamado a estabilizar una nación angustiada en los próximos días, advirtió al país de “30 días vitales” por delante, un día después de extender las pautas de distanciamiento social hasta fines de abril.
“Nuestro futuro está en nuestras propias manos y las elecciones y sacrificios que hagamos determinarán el destino de este virus y realmente el destino de nuestra victoria”, dijo.
No es exagerado decir que Trump enfrenta el mes más crítico de su presidencia hasta ahora, y que su conducta será crucial para el país y sus propias esperanzas de reelección. Pero hay indicios de que no comprende completamente lo que está en juego ni está dispuesto a relegar sus propios intereses a favor del bien común.
Trump todavía parece estar maravillado por la propagación del virus, que dice que nadie podría haber predicho. Los expertos en salud habían anticipado su llegada a los Estados Unidos durante meses, ya que predijo que ocurriría un milagro y que simplemente desaparecería.