La pandemia ha suspendido la demanda de gasolina y combustible para aviones, ya que miles de millones de personas se quedan en casa, y no hay garantía de que se recupere totalmente a pesar de los precios mínimos.
La industria petrolera se prepara para que los efectos de la crisis perduren. Los empleados siguen trabajando desde casa. Los viajes internacionales siguen siendo escasos. Y los ciudadanos ahora acostumbrados a los cielos azules, exigen controles más estrictos de las emisiones.
Esto podría significar que la demanda mundial nunca vuelva a alcanzar su nivel máximo de 2019, una perspectiva aterradora para las compañías petroleras y sus empleados desde Texas hasta Europa occidental, y países como Rusia, Nigeria o el Iraq que dependen en gran medida de la venta de crudo.
La amenaza de una segunda ola de infecciones en el otoño también se cierne sobre los productores. Los precios ya se han hundido a sus niveles más bajos en décadas, mientras los productores se enfrentan al exceso de oferta y a la peor crisis de demanda de la historia.
Antes de la pandemia, los analistas predijeron que el pico en la demanda de petróleo se produciría alrededor de 2040 debido al aumento de los coches eléctricos, el aumento de la eficiencia energética y el cambio a fuentes alternativas. Pero el coronavirus ha forzado a que muchas suposiciones sobre el futuro del petróleo sean borradas.