No se pueden subestimar las consecuencias sobre la salud y el bienestar que trae el confinamiento prolongado. Por esto, se hace indispensable sobrellevar y humanizar la situación en las personas vulnerables como son los niños, los adultos mayores y los pacientes crónicos, con quienes hay que guardar distancia física pero no emocional.
El aislamiento puede traer dificultades y problemas de salud mental, descompensación de las enfermedades crónicas, aumento de peso y violencia intrafamiliar.
Por esto, para los menores se recomienda prestar atención a cómo esta situación les está afectando; explicarles lo que sucede y enseñarles medidas de prevención, sin alarmismo; establecer rutinas y horarios; mantener la actividad escolar y de ocio con ellos.
Las personas mayores, además de ser las más afectadas por ser un grupo de riesgo ante el COVID-19, su preocupación se puede traducir en miedo, desorientación, ansiedad, enfado o alegría.
A ellos podemos ayudarlos estableciendo rutinas y horarios, con actividades que gusten y diviertan; llevar una vida saludable, con actividad física y mental, moverse en casa, comer sano, limpieza, sueño y descanso adecuado.
Los adultos mayores deben hablar cada día con alguien y pedir ayuda si la necesitan, es decir: “Distancia física sí, pero no emocional por parte de hijos, nietos, familiares y amistades”.
Los enfermos crónicos saben cómo cuidarse para llevar bien su enfermedad, pero la situación actual les está exigiendo un “especial esfuerzo” para protegerse del virus y continuar con el desarrollo de los autocuidados propios de su enfermedad.
No se puede dejar de observar la vivencia de quien ha perdido en esta situación a un familiar o ser querido, ya que es natural sentir dolor, tristeza, amargura, liberación al pensar que ya ha terminado una situación de sufrimiento o alegría por lo que se ha vivido en común; pero hay un dolor adicional por no haber podido acompañar y despedirse como se hubiera querido.
Para ellos se aconseja permitirse liberar y compartir los sentimientos de dolor, recordar y hablar de la persona que se ha ido, hacer una despedida personal íntima, de familia y amistades a través de las tecnologías disponibles y preparar la despedida pública para otro momento y aceptar el apoyo de otros.