Los trasplantes de órganos cayeron en picada a medida que el coronavirus se extendía por las comunidades, con los cirujanos desconfiados de poner en peligro a los donantes vivos e incapaces de recuperar los órganos posiblemente utilizables de los muertos. Incluso cuando los médicos estaban dispuestos y eran capaces, los hospitales que trataban a los pacientes de COVID-19 estaban a veces demasiado llenos para acomodarlos.
Entre finales de febrero y principios de abril, los trasplantes de donantes fallecidos – el tipo más común – se redujeron a la mitad en los EE.UU. y cayeron en un 90% en Francia, los investigadores informaron el lunes en la revista Lancet.
Los trasplantes de donantes vivos tuvieron una caída igualmente asombrosa, según la Red Unida para la Compartición de Órganos (UNOS), que dirige el sistema de trasplantes de los EE.UU. Hubo 151 trasplantes de donantes vivos en los EE.UU. en la segunda semana de marzo cuando se declaró una pandemia. Para la semana del 5 de abril, sólo había 16 trasplantes de este tipo, según la UNOS.
