Salga de su puerta sin una máscara facial en Hong Kong, Seúl o Tokio, y obtendrá una mirada de desaprobación.

En las últimas semanas, muchas naciones europeas han emitido avisos para usar una máscara en ciertos lugares públicos, y en Inglaterra el último consejo es usar una cubierta facial en “espacios cerrados donde el distanciamiento social no siempre es posible”, como el transporte público y algunas tiendas.

Varios estados de EE.UU. también han dado consejos similares, e incluso la Casa Blanca ahora hace obligatorio para todo el personal el uso de máscaras faciales – aunque el presidente Donald Trump todavía se niega a usar una.

Muchas personas todavía no usan máscaras a pesar de los consejos oficiales, y algunos gobiernos siguen sin estar convencidos de la ciencia.

El hecho de que algunas personas adopten las máscaras mientras que otras las eviten no sólo se debe a las directivas del gobierno y al consejo médico, sino también a la cultura y la historia, a un debate sobre las pruebas, e incluso a las libertades personales.

Desde el comienzo del brote de coronavirus, el consejo oficial de la Organización Mundial de la Salud ha sido que sólo dos tipos de personas deben usar máscaras: las que están enfermas y muestran síntomas, y las que cuidan a personas que se sospecha que tienen el coronavirus.

Nadie más necesita usar una máscara, y los expertos han dado varias razones para ello.

Una es que una máscara no se considera una protección tan fiable como otros métodos, dado que las investigaciones actuales muestran que el virus se propaga por medio de gotitas y el contacto con superficies contaminadas. Por lo tanto, podría protegerte, pero sólo en ciertas situaciones, como cuando estás en un lugar cercano a otros donde alguien infectado podría estornudar o toser cerca de tu cara. Por eso los expertos dicen que lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón es mucho más efectivo.