Los países del mundo están respondiendo al coronavirus con déficits presupuestarios sin precedentes y emitiendo grandes cantidades de deuda para hacer frente a las apremiantes necesidades sanitarias, apoyar a los desempleados y ayudar a las empresas afectadas por los cierres. Como resultado, muchos países podrían enfrentarse pronto a una crisis de deuda además de sus crisis sanitarias y económicas, especialmente si el crecimiento se recupera lentamente.

La historia ha enseñado que retrasar la reestructuración de la deuda y sentarse a esperar lo mejor a menudo conduce a lo peor. Cuando los inversores empiezan a preocuparse por la sostenibilidad de la deuda, cobran más. Los países se ven entonces obligados a recortar los gastos productivos y a encontrar formas de reducir los costos de los intereses, como el paso a una deuda a más corto plazo o vinculada a divisas.

Una mejor manera de poner la deuda de un país en una senda sostenible es vincular contractualmente los futuros pagos de la deuda a diferentes resultados de crecimiento utilizando la deuda indexada al crecimiento. Así es como funciona: Si un país se recupera más rápido de lo esperado, paga más. Esto hace que los términos sean atractivos para los acreedores, que reciben más que sus escenarios de referencia. Por el contrario, si un país se recupera más lentamente, paga menos. Esto libera recursos para que las economías en dificultades puedan apoyar las necesidades urgentes.

Las investigaciones demuestran que los beneficios de este enfoque son aún mayores cuando las perspectivas económicas son inciertas y la carga de la deuda es elevada (aunque no tan elevada como para que la deuda sea insostenible en la mayoría de las situaciones), lo que lo convierte en una buena solución para nuestra situación actual.

Una deuda adecuadamente construida e indexada al crecimiento podría ser parte de la solución para ayudar a los países hoy en día, así como para evitar una crisis crediticia más adelante.