Cinco meses después de una pandemia que sigue avanzando y que ha matado a más de 130,000 estadounidenses, las tensiones entre el presidente Donald Trump y los expertos en salud que trabajan en su gobierno han pasado de ser una disputa privada a una disputa abierta.

El resultado, dicen los funcionarios de esos organismos, es una nueva sensación de desmoralización mientras continúan sus intentos de luchar contra una crisis de salud que se da una sola vez en una generación, al mismo tiempo que navegan por los caprichos de un presidente que ha mostrado poco interés o comprensión de su trabajo.

Que Trump no confíe ni siga los consejos de expertos como el Dr. Anthony Fauci, el principal especialista en enfermedades infecciosas de la nación no es nada nuevo.

Aun así, el presidente se ha quejado a los asistentes en las reuniones durante meses de que las apariciones de Fauci en la televisión – que han sido fuertemente recortadas por la Casa Blanca – a menudo parecen contradecir su propio mensaje. Ya en marzo, Trump se frustraba porque los pronósticos de Fauci sobre el virus parecían menos optimistas que los suyos, pero evitaba en gran medida las reprimendas públicas.

Al mismo tiempo, muchos de los ayudantes de Trump han visto a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE. UU. con profundo escepticismo durante meses, creyendo que su papel en los primeros pasos erróneos de las pruebas ha sido un fracaso crítico y viendo las filtraciones más recientes del borrador de la guía de la agencia como intentos de eludir la Casa Blanca.

Sin embargo, a medida que los casos surgen en todo el país y el manejo de la crisis por parte de Trump hace que sus perspectivas de reelección disminuyan, está llevando sus disputas con Fauci y los CDC de una manera nueva y sorprendente.