Un virus mortal causa una pandemia mundial. Un país rico firma un contrato de 125 millones de dólares para la vacuna con un fabricante de una pequeña nación. Pero cuando la vacuna está disponible, el gobierno de la pequeña nación se resiste, exigiendo primero lo suficiente para toda su población antes de poder exportarla.
Eso es lo que sucedió en 2009, cuando Australia exigió al fabricante de biotecnología CSL que satisficiera las necesidades nacionales de la vacuna contra la gripe H1N1 antes de que se pudiera enviar a los Estados Unidos.
Y es exactamente el escenario que temen los expertos en salud pública cuando el mundo entra en una carrera científicamente turbulenta pero caótica para crear y luego producir vacunas contra el coronavirus. En lugar de una amplia colaboración, coordinación y compartir, el nacionalismo de la vacuna “yo primero” enfrenta a las naciones para obtener y mantener suficientes dosis para sus ciudadanos.
Los países se están centrando en sus propios programas de desarrollo de vacunas en lugar de colaborar para aunar recursos. Los acuerdos para compartir vacunas son escasos cuando están disponibles, por lo que los trabajadores de la salud de primera línea y los que se encuentran en los puntos calientes de COVID-19 a nivel internacional pueden tener el primer acceso.
Además, como demuestra lo ocurrido en Australia, independientemente de los contratos que se hayan firmado, el país en el que se fabrique una vacuna podría imponer restricciones a su exportación para asegurarse de que su propia población sea la primera en tener acceso a ella.
Cuando se trata de crear una vacuna, los Estados Unidos han elegido en gran medida ir por su cuenta. Se han negado a sumarse a los esfuerzos internacionales de desarrollo y, en cambio, han concertado acuerdos anticipados por valor de miles de millones de dólares con empresas farmacéuticas y fabricantes para el control de cientos de millones de dosis.
Es una apuesta arriesgada, dicen los expertos.
“Mucha gente ingenuamente asume que son los Estados Unidos los que van a tener una vacuna primero, porque tenemos varios candidatos. Pero puede que no sea así”, dijo Amesh Adalja, académico principal del Centro para la Seguridad de la Salud de la Universidad Johns Hopkins.