Todos hemos pasado por situaciones que nos hacen sentir decepcionados y tristes.

Sin embargo, esquivar el sentimiento de angustia no es una buena táctica. Aunque quieras estar solo, es muy posible que tu familia y amigos noten que algo te está sucediendo. Cuando esto ocurre, lo mejor es dejarse ayudar y permitir que los demás te escuchen, ya que lo social es parte de nuestra estabilidad emocional.

Cuando estás viviendo un momento de angustia, probablemente te preguntarás quien es el culpable de ese sentimiento, cuándo dejarás de sentirte mal y por qué te ha ocurrido eso. Debes de saber que la tristeza es un estadio necesario y también es natural.

Sin embargo, es importante identificar cuándo es el momento de dejar de lado ese sentimiento; no puedes permitirte caer en una sin salida y centrarte solo en lo negativo y ahogarte en ello. Está comprobado que el cerebro se agota al pensar, sufrir y volver sobre el mismo episodio de angustia.

¿Cómo debes de reaccionar ante la adversidad?

• Desahogarse. Puedes llorar si quieres, ya que las lágrimas son terapéuticas y te pueden ayudar a sentirte mejor.

• Tratarse bien. No puedes decirte a ti mismo que eres un fracasado. Es muy importante valorarse.

¿Cómo dejo de estar triste?

• Cambia tus creencias.

Pensamos que estar tristes es algo negativo y no es así. La tristeza es una emoción más en tu vida y es pasajera.

• Mira de lejos tu situación.

Pon en práctica tu capacidad de abstracción, tomando una actitud de testigo. Puedes escribir tus emociones negativas para que puedas “despegarte” de la situación.

• Haz una introspección positiva.

Puedes cambiar la forma de sentir tu situación, por ejemplo, cambiando los adjetivos con que calificamos la situación. No es lo mismo decir que algo es “horrible” e “insoportable” que “incómodo” y “desagradable”.Busca las palabras que se adecúan a tu realidad.

Por último, permítete estar triste, pero solo lo necesario. Recuerda que tienes el control y las herramientas para pensar de forma diferente y cambiar tu experiencia emocional.

La vida que calificamos como buena o mala depende de los anteojos que elegimos para mirarla.