El año 2020 ha sido duro en todas partes. Pero los californianos la han tenido más difícil que la mayoría.

El Estado Dorado está acosado por dos crisis récord: una pandemia que ocurre una vez cada siglo y los peores incendios forestales de la historia. Cada una de ellas puede estar exacerbando a la otra, y lo peor está por venir: Los incendios ya han quemado 2,2 millones de acres – más del 2% del estado – y la temporada alta de quemas ni siquiera ha comenzado.

California no está bien posicionada para ordenar evacuaciones masivas o poner a los ciudadanos en refugios llenos de gente: Ha registrado más casos de coronavirus que cualquier otro estado – más de 740,000 – y ha perdido más de 13,700 residentes por el virus. Pero tiene pocas opciones: el incendio incontrolado de 80,000 acres de Creek ha forzado la evacuación de un pueblo entero y partes de varias comunidades. En el Bosque Nacional Sierra, cientos de personas y sus mascotas tuvieron que ser transportados por aire en dramáticos rescates en helicóptero.

El distanciamiento social no puede ser la primera prioridad para los bomberos, que trabajan en grupos y entran en contacto con muchas personas diferentes. La lucha contra los incendios también se ha complicado en muchas áreas por la liberación temprana de prisioneros para evitar la transmisión del coronavirus en las cárceles – en años anteriores, los equipos de bomberos de los reclusos eran un multiplicador de fuerza clave.

California está pagando el precio del cambio climático, como Australia a principios de este año. El clima más cálido, las sequías y las estaciones secas más largas significan que la vegetación que alimenta los incendios es más propensa a estallar en llamas, a quemarse rápidamente. Si bien el Covid-19 será de mal recuerdo un día, las amenazas que se ciernen sobre los californianos son un mal presagio para el estado más poblado de América.